CAMINANDO
A CIEGASLa
cultura laicista que se está imponiendo en nuestra
sociedad, por una opción clara de algunos de nuestros
gobernantes, le lleva a estar en constante pugna con los
valores religiosos de la mayoría.
Se
intenta no sólo desacreditar las religiones, y más
concretamente todo lo que suene a cristiano católico,
sino que se desacredita el mismo concepto de Dios.
Dios
no existe, Dios es un invento, Dios es el refugio de los
que no quieren tomar la vida en sus manos y hacer lo que
les apetezca.
Últimamente
estamos asistiendo a la promoción de una serie de
exposiciones sacrílegas, ofensivas para la sensibilidad
de los creyentes cristianos, y que entran dentro de ese
programa de aniquilar, de eliminar de la sociedad de
todo lo que suene a cristiano católico. Ciertamente no
promocionarían exposiciones de ese calibre teniendo
como motivo lo más sagrado del Islam.
Sin
responder a la provocación, se nos dice que somos
generadores de violencia.
¿Por
qué interesa afirmar que Dios no existe y que las
regiones son un peligro?
Porque
sin Dios, sin personas que vivan desde Él, no hay
límites para la ambición y el egoísmo del
hombre; sin Él, muchos creen que desparece la
conciencia del bien y del mal, dejando el valor moral de
las acciones a la pura subjetividad; sólo sin Dios,
dicen algunos, se puede acceder a la verdadera
libertad.
Sin
Dios no hay revelación, voluntad de Dios, Ley de Dios,
Mandamientos, Palabra de Dios...
No
interesa que haya Dios para no oír palabras como la del
profeta Amós. No interesa que, en nombre de Dios, se
llame sinvergüenzas a más de uno; que se les llame
explotadores del pobre y tramposos. Crean o no crean,
Dios no olvidará sus acciones.
No
interesa que haya Dios a aquellos que quieren erigirse
en "dioses". Cuántos hay que, cuando llegan
al poder, se endiosan, y no sólo en la época del
imperio romano. En lugar de hacer ellos la voluntad de
Dios, obligan a los demás a hacer su voluntad, la
voluntad de los "diosecillos".
No
interesa que haya un único Dios, para llenarse de
ídolos: el poder, el tener, el consumir, el dinero, la
ambición, el sexo, el hedonismo, las propias ideas...
No
se puede servir a Dios y al dinero; no se puede servir a
Dios y a los ídolos.
Decíamos
la semana pasada que Dios es amor y Misericordia,
también para los que no creen, también para los que le
rechazan. San Pablo nos recuerda en su carta a Timoteo
que Dios quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad; también nos
manda, más aún, nos ruega que en la celebración de la
Eucaristía, en la oración de los fieles, recemos por
todos los hombres, también por los gobernantes.
Así,
pues, recemos ahora en nuestra oración universal, en
nuestras peticiones, por los que gobiernan, por los que
tienen autoridad, por los que rechazan a Dios; que
lleguen al conocimiento de la verdad.