Remarca
San Lucas que Jesús va camino de Jerusalén, en su
último viaje; se encuentra entre Samaria y Galilea. Va
camino de su pasión, muerte y resurrección. Misterio
de salvación del que la curación de los diez leprosos
va a ser una señal.
Diez
leprosos se encuentran a distancia de Jesús; la ley les
prohíbe acercarse; son contagiosos, llevan la marca del
pecado y de la maldición divina, así se pensaba en la
época de Jesús.
De
lejos le gritan: "Maestro, ten compasión de
nosotros". Al llamarle "Maestro" expresan
la confianza que tienen en él. Desde donde está les
manda que se presenten a los sacerdotes para que sea
reconocida oficialmente su curación.
Se
puede comparar la actitud de Jesús con los diez
leprosos con la de Eliseo con Naamán el sirio. La
obediencia a la orden dada les ha llevado la curación.
Los
diez leprosos se han puesto en camino confiando en las
palabras de Jesús y se han curado.
Los
diez leprosos estaban unidos en la enfermedad; ahora,
una vez curados, van a aparecer las diferencias: ya no
son diez leprosos, diez excluidos, diez malditos; ahora
son nueve judíos sanos y un samaritano, un hereje.
Al
samaritano, al "hereje", no le dice nada ni el
sacerdocio ni el templo de Jerusalén, ¿para qué
presentarse ante ellos? Él ha comprendido que la
salvación, la salud, viene de Dios. Y desanda el camino
y vuelve a Jesús dando grandes gritos de agradecimiento
y , postrándose ante Jesús, reconoce que Dios está en
él. Jesús reconoce públicamente la fe del samaritano.
¿Y
los otros? No han desandado el camino. También ellos se
han encontrado con el Mesías, pero no lo han
reconocido; para ellos era únicamente un maestro de
Israel. Para ellos lo más urgente era ponerse en regla
con la Ley, que los sacerdotes certifiquen su curación
y hacer el sacrificio en el templo.
Tres
enseñanzas:
1.-
La salvación inaugurada por la muerte y resurrección
de Jesucristo, se ofrece a todos los hombres.
2.- La vocación
del pueblo elegido es dar gracias a Dios y, con
frecuencia, son más agradecidos los no pertenecientes a
él.
3.- Los pobres, los
sencillos, están más abiertos a encontrarse con el
Señor.