AGRADECER
La
gratitud es un sentimiento profundamente arraigado en el
ser humano. Desde muy pequeños nos enseñan a dar
gracias pues el agradecimiento es la actitud más noble
ante lo que vamos recibiendo en la vida. Pocas cosas hay
más humillantes que llamar a alguien con verdad «desagradecido».
Y,
sin embargo, son muchos los creyentes que no saben vivir
de manera agradecida. Sólo se acuerdan de Dios para
expresarle sus quejas o pedir su auxilio en momentos de
necesidad.
Nunca
nace de ellos el agradecimiento o la alabanza por lo
bueno que hay en sus vidas. Para agradecer, lo primero
es saber captar lo positivo de la vida. No dejar de
asombrarnos ante tanto bien: el sol de cada mañana, el
misterio de nuestro cuerpo, el despertar de cada día,
el amor y la amistad de las personas, la alegría del
encuentro, el placer, el descanso reparador, la música,
el deporte, la naturaleza, la fe, el hogar. No se trata
exactamente de vivir con espíritu observador, sino de
estar atento y saber acoger todo lo jugoso, lo hermoso,
lo positivo de la vida, bien nuestra o la de los demás.
V/DON/AGTO:
Es necesario, también, percibir todo eso como don
proveniente de Dios, fuente y origen último de todo
bien. La vida se convierte entonces, casi espontáneamente,
en alabanza. Y uno comprende que lo primero en la vida
es agradecer. A pesar de todos los sinsabores, fracasos
y pecados, la vida es don que hemos de acoger cada día
en actitud de agradecimiento y alabanza.
ALEGRIA/SEGUIMIENTO:
El agradecimiento pide, además, reaccionar con gozo y
expresar la alegría de vivir recibiéndolo todo de
Dios. La alegría está hoy bastante desacreditada.
Muchos la ven como la virtud ingenua de quienes todavía
no han escarmentado ante la dureza de la vida. Y, sin
embargo, puede ser la reacción de quien vive desde la
misma raíz de la existencia. Recordemos las palabras de
S. ·Kierkegaard: «Todo el que de verdad quiere tener
relación con Dios y frecuentarlo, no tiene más que una
sola tarea: la de estar siempre alegre.»
La
alabanza a Dios es manifestación de vida sana y
acertada. Quien no es capaz de alabar y agradecer la
vida, tiene todavía en su interior algo enfermo. Los
diez leprosos quedan curados de la terrible enfermedad,
pero sólo uno vuelve «glorificando a Dios», y sólo
él escucha las palabras de Jesús: «Levántate y vete,
tu fe te ha salvado.» Todos han sido curados físicamente,
pero sólo él queda sanado de raíz.
ALABANZA
:Tal vez, uno de los mayores pecados de la Iglesia y de
los creyentes es la falta de alabanza y de acción de
gracias. Recordemos unas palabras recientes de ·Häring-B:
«La Iglesia será cada vez más una Iglesia curativa,
cuando sea una Iglesia más glorificadora y eucarística...
Es el camino de la salvación: siempre y en toda ocasión
es digno y justo dar gracias a Dios y alabarle».
JOSE
ANTONIO PAGOLA
(mercabá)