"A DIOS
ROGANDO..."
Hay mucha gente que
cree en Dios y no es cristiana: los hindúes, que creen
en un Dios multiplicado en miles y miles de dioses;
muchos pueblos primitivos y culturas antiguas tienen sus
ideas sobre Dios y, a veces, no coinciden con las
nuestras. En la antigüedad cuántos dioses en Grecia,
Roma, Egipto, Mesopotamia ...
Y, aun en los que
creemos en un mismo Dios, judíos, musulmanes y
cristianos, discrepamos en cómo ese Dios se ha revelado.
Nosotros creemos en un
solo Dios, pero un Dios que se ha manifestado como tres
personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Y es a través del Hijo,
que se encarnó y tomó nuestra condición, como nosotros
hemos podido conocer a Dios. La palabra y la vida de
Jesús nos dicen cómo es nuestro Dios.
Y, así, nuestra fe
afirma que Dios es el Creador y que ha hecho a la
persona humana a su imagen y semejanza, es decir, con
libertad y con capacidad de decidir entre el bien y el
mal, aun con el riesgo de elegir el mal y el
pecado, como sí ha sido.
Creemos en un Dios que
no nos ha hecho marionetas sin voluntad y manejados por
Él.
Por otra parte, hechos
a imagen y semejanza de Dios, no somos dioses y tenemos
un cuerpo material abierto a la enfermedad y a la muerte
física.
Cuando nos encontramos
en situaciones difíciles acudimos a Dios con nuestra
oración y, con frecuencia, no es para pedir fuerza y
ánimo para llevar la vida adelante, sino para que Dios
nos solucione nuestros problemas.
Algunos han traducido
el "orad siempre sin desanimarse" del Evangelio como un
continuo "dame", "dame", "dame". Y si no consigo lo que
quiero, o "Dios es una mentira" o "¿para qué me sirve
Dios?.
Dios no es un tapa
agujeros, no es un supermercado; Dios no es el que
arregla a unos y fastidia a otros.
Una condición esencial
para la oración es la fe. Si no me fío de Dios, que me
escucha, que quiere lo mejor para mí, que tiene una
visión más amplia que la mía, siempre dudaré, diré que
no me atiende si no me da lo que le pido y tal como lo
pido.
La fe y la oración nos
hacen tomar conciencia de que no estamos solos en ningún
momento, sobre todo en los difíciles; que la vida, con
todos sus problemas, a veces angustiosos, está en
nuestras manos, pero que no nos falta la cercanía, la
ayuda, la fuerza del Señor, para seguir adelante, para
encontrar sentido a lo que, de por sí, no lo tendría.
"A Dios rogando y con
el mazo dando", dice la sabiduría popular en el
refranero.
Que la Eucaristía que
celebramos, que el Cuerpo y la Sangre de Cristo que
comulgamos, robustezca nuestra fe y vivamos en cercanía
al Señor por medio de la oración.