"EL
¨ESPOSO¨ ESTÁ EN MEDIO DE NOSOTROS"
Estamos
asistiendo a la creación, por parte de los que dirigen
los destinos de la nación a un tipo de convivencia en
la que se están perdiendo valores auténticos.
Así,
parece que ya no tiene importancia el engañar, mentir;
qué difícil es conocer la verdad de las cosas y de los
acontecimientos. Ser honrado parece ser tonto y no
progresar en la vida; parece que el que triunfa es el
que defrauda, el corrupto. El valor de la dignidad
humana de la persona, a la que se utiliza y manipula
según interese, a la que se considera o una pieza del
engranaje de la producción o un voto en una una o un o
un grito en una manifestación y, al final, a la que ni
se le escucha ni se le sirve.
Algunos
valores importantes que se cacarean constantemente:
democracia, solidaridad, justicia, igualdad, libertad,
derechos humanos..., a la hora de la verdad son palabras
vacías, etiquetas que hay que ponerse para quedar bien,
pero en realidad ni existen ni interesan
Uno
de los valores que se intentan destruir es el del
matrimonio, entendido como la unión permanente del
hombre y la mujer por amor. Las leyes de divorcios
rápidos, la consideración de matrimonio para las
uniones homosexuales, la poca consideración del
matrimonio para muchas parejas, así lo demuestra.
Para
hablar de la relación de Dios con los hombres tenemos
que acudir a imágenes, y una de las imágenes que usa
con frecuencia la Escritura es la del matrimonio.
La
primera lectura, al hablar de Jerusalén, la llamara la
"Desposada" Y
seguirá diciendo: "Como un joven se casa con su
novia, así te desposa el que te construyó; la alegría
que encuentra el marido con su esposa, la
encontrará tu Dios contigo".
Es
un símil frecuente: Dios, Cristo... Esposo; Jerusalén,
pueblo de Dios, Iglesia... Esposa.
Cuántas
veces el Reino de Dios se ha comparado a un banquete de
bodas.
Jesús
comienza su misión, según el Evangelio de San Juan, en
una boda en Caná.
Cierto
que San Juan no quiere dar en este pasaje doctrina sobre
el matrimonio, pero sí nos dice que el amor de Dios ha
llegado a nosotros; un amor infinito, generoso, total,
gratuito y para siempre, como debe ser el de los
esposos. Es tiempo de alegría porque el Esposo está en
medio de nosotros; ha comenzado una vida nueva,
representada en esas vasijas de agua, símbolo de lo
antiguo, convertidas en vino bueno, signo de lo nuevo.
Allí,
en Caná, Jesús comenzó sus signos, que le llevarían,
cuando llegara la hora, al gran signo: la entrega de la
vida en la cruz por nuestra salvación y la vida nueva
que nos daría con su resurrección.
En
Caná creció la fe de sus discípulos en él y le
siguieron.
A
pesar de que los tiempos son difíciles, aunque valores
verdaderamente humanos y cristianos se vayan perdiendo,
aunque no esté de moda, debemos procurar seguir siendo
íntegros; debemos ser como el vino nuevo del evangelio,
signos de la presencia del Señor, signos de su amor.
Y
que, para conseguirlo, María nos empuje, como a Jesús.
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