LA
IGLESIA VIVE DE LA
EUCARISTÍA
CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
CAPÍTULO V
DECORO DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
51. A propósito del arte sagrado y la
disciplina litúrgica, lo que se ha producido en tierras de
antigua cristianización está ocurriendo también en los
continentes donde el cristianismo es más joven. Este
fenómeno ha sido objeto de atención por parte del Concilio
Vaticano II al tratar sobre la exigencia de una sana y, al mismo
tiempo, obligada « inculturación ». En mis numerosos viajes
pastorales he tenido oportunidad de observar en todas las partes
del mundo cuánta vitalidad puede despertar la celebración
eucarística en contacto con las formas, los estilos y las
sensibilidades de las diversas culturas. Adaptándose a las
mudables condiciones de tiempo y espacio, la Eucaristía ofrece
alimento, no solamente a las personas, sino a los pueblos
mismos, plasmando culturas cristianamente inspiradas.
No obstante, es necesario que este
importante trabajo de adaptación se lleve a cabo siendo
conscientes siempre del inefable Misterio, con el cual cada
generación está llamada confrontarse. El « tesoro » es demasiado
grande y precioso como para arriesgarse a que se empobrezca o
hipoteque por experimentos o prácticas llevadas a cabo sin una
atenta comprobación por parte de las autoridades eclesiásticas
competentes. Además, la centralidad del Misterio eucarístico es
de una magnitud tal que requiere una verificación realizada en
estrecha relación con la Santa Sede. Como escribí en la
Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia
in Asia, « esa colaboración es esencial, porque la
sagrada liturgia expresa y celebra la única fe profesada por
todos y, dado que constituye la herencia de toda la Iglesia, no
puede ser determinada por las Iglesias locales aisladas de la
Iglesia universal ».(101)