PALABRA DE DIOS 

 

PRIMERA LECTURA
Eclesiástico 35, 12-14. 16-19a

PRESENTACIÓN

Jesús Ben Sirá abrió una escuela de sabiduría hacia el 180 a. C.

Palestina, en esta época, está bajo la dominación griega, sobrevenida tras las conquistas de Alejandro Magno.

Unas veces con más presión, otras con menos, la cultura griega se va filtrando poco a poco.

Ben Sirá está preocupado porque está ganando terreno el indiferentismo religioso o el sincretismo, que lleva a elegir en cada momento la postura religiosa que más convenga.

Por eso uno de los objetivos de Jesús Ben Sirá es trasmitir a los jóvenes la fe de los mayores en toda su integridad.

El tema de hoy pertenece a la reflexión dedicada al culto y la oración.

Dios no juzga según las apariencias. Como ya decía el profeta Samuel: "Los hombres miran las apariencias, Dios mira el corazón".

Y, así, Dios no tiene un precio, no se le compra; con él no hay tráfico de influencias. Dios es Dios y no hombre. Y mientras los hombres se decantan y favorecen a los ricos, a los pudientes, a los que tienen influencias, Dios hace una opción preferencial por "los pobres, los huérfanos y las viudas". Tal vez algunos crean que por dar más, por ayudar más a la iglesia, por los favores y regalos, son más escuchados por Dios, tienen un mejor puesto en el Reino. Lo que manda es el corazón, las intenciones íntimas.

Y estas afirmaciones, que algunos tal vez rechacen por esperar de Dios sólo cosas materiales, son la gran experiencia de Israel, que, cuando eran esclavos en Egipto, gritaron al Señor y él les escuchó y les puso en el camino de la libertad.

 

ECLESIÁSTICO 35, 12-14. 16-18

Los gritos del pobre atraviesan las nubes

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.

Palabra de Dios

 

 

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 33

PRESENTACIÓN

El salmo 33 es un canto de acción de gracias. El salmista ha experimentado la cercanía del Señor, sobretodo en los momentos difíciles, y quiere expresar sus sentimientos de gratitud, a la vez que invita a los que están necesitados de cualquier cosa a ponerse en manos de Dios.

"Bendigo al Señor en todo momento
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren."

Dios no ama la maldad ni el malvado es su huésped; y, si por una parte, rechaza el mal, siempre está abierto a quien se acerca a él.

"El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor le escucha
y lo libra de sus angustias."

Y si hay algunos predilectos, estos son los pobres, los pequeños, los que sufren. En el momento del dolor, del sufrimiento, cuando todo parece que se viene abajo, ahí está él, como cobijo, como sombra protectora, como plaza fuerte en la que nos sentimos seguros.

El Señor está cerca de los atribulados
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.

 

(SALMO 33 )

Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento, 
su alabanza está siempre en mi boca; 
mi alma se gloría en el Señor: 
que los humildes lo escuchen y se alegren. 
R.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

El Señor se enfrenta con los malhechores, 
para borrar de la tierra su memoria. 
Cuando uno grita, el Señor lo escucha 
y lo libra de sus angustias. 
R.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

El Señor está cerca de los atribulados, 
salva a los abatidos. 
El Señor redime a sus siervos, 
no será castigado quien se acoge a él. 
R.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

 

SEGUNDA LECTURA
2 Timoteo 4, 6-8. 16-18

PRESENTACIÓN

La semana pasada, San Pablo, insistía a Timoteo que viviera desde la Palabra de Dios, que desde ella dirigiera la comunidad, tanto en la enseñanza y educación, como en el momento de la amonestación y corrección; y que la proclame a tiempo y a destiempo.

Que no se extrañe si no es escuchado, si tiene opositores, aun en la misma comunidad, ya que hay quien no está dispuesto a vivir lo aprendido y se sienten atraídos, como con cantos de sirena, por charlatanes de palabras halagadoras y fáciles.

Al final de la carta, pero también en las postrimerías de su existencia, hace una síntesis y balance de su vida para que puedan servir de estímulo para Timoteo.

Emplea, como le gusta, imágenes del deporte: la lucha, la carrera, el premio, la corona...

"He competido en noble lucha". No ha sido fácil, pero ha defendido la fe ante judíos y paganos, muchas veces con riesgo para su seguridad y su propia vida.

"He corrido hasta la meta, me he mantenido fiel". No se ha retirado, aun cuando esa carrera ha estado llena de obstáculos.

Ciertamente, como lo ha reconocido muchas veces, no han sido sus solas fuerzas las que le han hecho llegar hasta el final: "¡Qué persecuciones padecí! Pero de todas me sacó el Señor" (3, 11).

Le queda recibir aquello que más valora, la corona merecida, el premio del último día, que no es otro que el mismo Cristo Resucitado, que ha sido el motor de toda su existencia.

En medio de su soledad, algunos le han abandonado, otros se le ponen en contra, el Señor está a su lado y le da fuerzas. A él la gloria por siempre.

2 TIMOTEO 4, 6-8. 16-18

Ahora me aguarda la corona merecida

Querido hermano:

Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente.

He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.

Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.

La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone.

Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león.

El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo.

A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios

 

 

ACLAMACIÓN
(2
Cor 5, 19)

   Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación

 

EVANGELIO
Lucas 18, 1-8

PRESENTACIÓN

La parábola de este domingo, como la del anterior, también está dedicada a la oración.

En esta parábola, la oración tiene lugar en el templo, lugar privilegiado para el judío, también para nosotros.

Dos actitudes, la del fariseo y la del publicano y, por tanto, dos formas de oración. Al final, Jesús, hace un juicio de valor.

El fariseo y el publicano son dos figuras representativas del judaísmo de la época: el primero representa al judío observante, el segundo, al pecador. Cada uno ora a Dios desde su situación: desde su observancia, desde su pecado.

El fariseo, erguido, era la forma de orar de los judíos, se presenta satisfecho de sí mismo, de sus cumplimientos. Está bien que dé gracias a Dios, pero lo estropea todo cuando se compara con los demás y se pone por encima de ellos: "No soy como los demás"; "No soy como ese publicano"; "Yo hago...". No es una acción de gracias a Dios por lo que el mismo Dios hace en él, sino por lo que cree haber conseguido por sí mismo.

Diferente la actitud del publicano: se ha retirado a un rincón donde nadie le ve; es consciente de su realidad, ya que todos le consideran un pecador y no se relacionan con él; ni siquiera ha levantado los ojos hacia el Señor, ya que está ensimismado en sus propios pecados. "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador".

Así, pues, nos encontramos con dos actitudes ante Dios: la del "bueno", que cumple y, por lo tanto, exige y la del "malo" que, simplemente, reconoce su pecado y pide perdón.

Un pecador penitente es más agradable a Dios que un orgulloso que se cree justo.

LUCAS 18, 9-14

El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

"¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."

El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:

"¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. "

Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."

Palabra del Señor.