PRESENTACIÓN
La semana pasada, San
Pablo, insistía a Timoteo que viviera desde la Palabra
de Dios, que desde ella dirigiera la comunidad, tanto en
la enseñanza y educación, como en el momento de la
amonestación y corrección; y que la proclame a tiempo y
a destiempo.
Que no se extrañe si no
es escuchado, si tiene opositores, aun en la misma
comunidad, ya que hay quien no está dispuesto a vivir lo
aprendido y se sienten atraídos, como con cantos de
sirena, por charlatanes de palabras halagadoras y
fáciles.
Al final de la carta,
pero también en las postrimerías de su existencia, hace
una síntesis y balance de su vida para que puedan servir
de estímulo para Timoteo.
Emplea, como le gusta,
imágenes del deporte: la lucha, la carrera, el premio,
la corona...
"He competido en noble
lucha". No ha sido fácil, pero ha defendido la fe ante
judíos y paganos, muchas veces con riesgo para su
seguridad y su propia vida.
"He corrido hasta la
meta, me he mantenido fiel". No se ha retirado, aun
cuando esa carrera ha estado llena de obstáculos.
Ciertamente, como lo ha
reconocido muchas veces, no han sido sus solas fuerzas
las que le han hecho llegar hasta el final: "¡Qué
persecuciones padecí! Pero de todas me sacó el Señor"
(3, 11).
Le queda recibir
aquello que más valora, la corona merecida, el premio
del último día, que no es otro que el mismo Cristo
Resucitado, que ha sido el motor de toda su existencia.
En medio de su soledad,
algunos le han abandonado, otros se le ponen en contra,
el Señor está a su lado y le da fuerzas. A él la gloria
por siempre.
2
TIMOTEO 4,
6-8. 16-18
Ahora
me aguarda la corona merecida
Querido
hermano:
Yo
estoy a punto de ser sacrificado, y el
momento de mi partida es inminente.
He
combatido bien mi combate, he corrido
hasta la meta, he mantenido la fe.
Ahora
me aguarda la corona merecida, con la
que el Señor, juez justo, me premiará
en aquel día; y no sólo a mí, sino a
todos los que tienen amor a su venida.
La
primera vez que me defendí, todos me
abandonaron, y nadie me asistió.
Que Dios los perdone.
Pero
el Señor me ayudó y me dio fuerzas
para anunciar íntegro el mensaje, de
modo que lo oyeran todos los gentiles.
Él me libró de la boca del león.
El
Señor seguirá librándome de todo mal,
me salvará y me llevará a su reino del
cielo.
A él
la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
Palabra
de Dios
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