LA
IGLESIA VIVE DE LA
EUCARISTÍA
CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
CAPÍTULO V
DECORO DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
52. De todo lo dicho se comprende la gran
responsabilidad que en la celebración eucarística tienen
principalmente los sacerdotes, a quienes compete presidirla in
persona Christi, dando un testimonio y un servicio de
comunión, no sólo a la comunidad que participa directamente en
la celebración, sino también a la Iglesia universal, a la cual
la Eucaristía hace siempre referencia. Por desgracia, es de
lamentar que, sobre todo a partir de los años de la reforma
litúrgica postconciliar, por un malentendido sentido de
creatividad y de adaptación, no hayan faltado abusos, que
para muchos han sido causa de malestar. Una cierta reacción al «
formalismo » ha llevado a algunos, especialmente en ciertas
regiones, a considerar como no obligatorias las « formas »
adoptadas por la gran tradición litúrgica de la Iglesia y su
Magisterio, y a introducir innovaciones no autorizadas y con
frecuencia del todo inconvenientes.
Por tanto, siento el deber de hacer una
acuciante llamada de atención para que se observen con gran
fidelidad las normas litúrgicas en la celebración eucarística.
Son una expresión concreta de la auténtica eclesialidad de la
Eucaristía; éste es su sentido más profundo. La liturgia nunca
es propiedad privada de alguien, ni del celebrante ni de la
comunidad en que se celebran los Misterios. El apóstol Pablo
tuvo que dirigir duras palabras a la comunidad de Corinto a
causa de faltas graves en su celebración eucarística, que
llevaron a divisiones (skísmata) y a la formación de
facciones (airéseis) (cf. 1 Co 11, 17-34). También
en nuestros tiempos, la obediencia a las normas litúrgicas
debería ser redescubierta y valorada como reflejo y testimonio
de la Iglesia una y universal, que se hace presente en cada
celebración de la Eucaristía. El sacerdote que celebra fielmente
la Misa según las normas litúrgicas y la comunidad que se adecua
a ellas, demuestran de manera silenciosa pero elocuente su amor
por la Iglesia. Precisamente para reforzar este sentido profundo
de las normas litúrgicas, he solicitado a los Dicasterios
competentes de la Curia Romana que preparen un documento más
específico, incluso con rasgos de carácter jurídico, sobre este
tema de gran importancia. A nadie le está permitido infravalorar
el Misterio confiado a nuestras manos: éste es demasiado grande
para que alguien pueda permitirse tratarlo a su arbitrio
personal, lo que no respetaría ni su carácter sagrado ni su
dimensión universal.