PRESENTACIÓN
Nos
encontramos ante un salmo de peregrinación. Los
peregrinos que venían a Jerusalén desde las ciudades,
pueblos y aldeas de Israel y de todas partes del mundo,
cuando avistaban la ciudad, sobre todo desde el monte de
los Olivos, se sentían embargados de una profunda
alegría. El esplendor de la ciudad con sus casas y
palacios y el templo, la casa del Señor. Ante la
visión que tenían delante no podían menos que
expresar su admiración y su alegría
"Qué
alegría cuando me dijeron:
Vamos a la casa del Señor.
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén."
Jerusalén,
ciudad de la paz y lugar de encuentro de todas las
tribus de Israel; todos vienen a alabar al Señor, pues
en ella está la casa del Señor, el lugar donde ha
querido residir. No hay ciudad en el mundo con más
sólido fundamento, ya que en ella el Señor sostiene a
su pueblo.
"Allá
suben las tribus,
las tribus del Señor.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor"
Jerusalén,
casa de Yhavhé, lugar de la paz y la justicia; centro
político y religioso.
"En
ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David."
Y
el peregrino desea todo bien a Jerusalén; que sea de
verdad lugar de paz y seguridad.
"Desead
la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».
Por
mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien."
(SALMO 121 )
Vamos
alegres a la casa del Señor.
¡Qué alegría
cuando me dijeron:
"Vamos a la casa del Señor"!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
R. Vamos
alegres a la casa del Señor.
Allá suben las
tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de
justicia,
en el palacio de David.
R. Vamos
alegres a la casa del Señor.
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