LA
IGLESIA VIVE DE LA
EUCARISTÍA
CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
CAPÍTULO IV
EUCARISTÍA
Y COMUNIÓN ECLESIAL
37. La Eucaristía y la Penitencia son dos
sacramentos estrechamente vinculados entre sí. La Eucaristía, al
hacer presente el Sacrificio redentor de la Cruz, perpetuándolo
sacramentalmente, significa que de ella se deriva una exigencia
continua de conversión, de respuesta personal a la exhortación
que san Pablo dirigía a los cristianos de Corinto: « En nombre
de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! » (2 Co 5,
20). Así pues, si el cristiano tiene conciencia de un pecado
grave está obligado a seguir el itinerario penitencial, mediante
el sacramento de la Reconciliación para acercarse a la plena
participación en el Sacrificio eucarístico.
El juicio sobre el estado de gracia,
obviamente, corresponde solamente al interesado, tratándose de
una valoración de conciencia. No obstante, en los casos de un
comportamiento ex- terno grave, abierta y establemente contrario
a la norma moral, la Iglesia, en su cuidado pastoral por el buen
orden comunitario y por respeto al Sacramento, no puede
mostrarse indiferente. A esta situación de manifiesta
indisposición moral se refiere la norma del Código de Derecho
Canónico que no permite la admisión a la comunión eucarística a
los que « obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave
».(76)
38. La comunión eclesial, como antes he
recordado, es también visible y se manifiesta en los
lazos vinculantes enumerados por el Concilio mismo cuando
enseña: « Están plenamente incorporados a la sociedad que es la
Iglesia aquellos que, teniendo el Espíritu de Cristo, aceptan
íntegramente su constitución y todos los medios de salvación
establecidos en ella y están unidos, dentro de su estructura
visible, a Cristo, que la rige por medio del Sumo Pontífice y de
los Obispos, mediante los lazos de la profesión de fe, de los
sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión ».(77)
La Eucaristía, siendo la suprema
manifestación sacramental de la comunión en la Iglesia, exige
que se celebre en un contexto de integridad de los vínculos,
incluso externos, de comunión. De modo especial, por ser «
como la consumación de la vida espiritual y la finalidad de
todos los sacramentos »,(78)requiere
que los lazos de la comunión en los sacramentos sean reales,
particularmente en el Bautismo y en el Orden sacerdotal. No se
puede dar la comunión a una persona no bautizada o que rechace
la verdad íntegra de fe sobre el Misterio eucarístico. Cristo es
la verdad y da testimonio de la verdad (cf. Jn 14, 6; 18,
37); el Sacramento de su cuerpo y su sangre no permite
ficciones.