LA
IGLESIA VIVE DE LA
EUCARISTÍA
CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
CAPÍTULO II
LA EUCARISTÍA EDIFICA LA
IGLESIA
24. El don de Cristo y de su Espíritu que recibimos en la
comunión eucarística colma con sobrada plenitud los anhelos de
unidad fraterna que alberga el corazón humano y, al mismo
tiempo, eleva la experiencia de fraternidad, propia de la
participación común en la misma mesa eucarística, a niveles que
están muy por encima de la simple experiencia convival humana.
Mediante la comunión del cuerpo de Cristo, la Iglesia alcanza
cada vez más profundamente su ser « en Cristo como sacramento o
signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad
de todo el género humano ».(44)
A los gérmenes de disgregación entre los hombres, que la
experiencia cotidiana muestra tan arraigada en la humanidad a
causa del pecado, se contrapone la fuerza generadora de
unidad del cuerpo de Cristo. La Eucaristía, construyendo la
Iglesia, crea precisamente por ello comunidad entre los hombres.
25. El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es
de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto
está estrechamente unido a la celebración del Sacrificio
eucarístico. La presencia de Cristo bajo las sagradas especies
que se conservan después de la Misa –presencia que dura
mientras subsistan las especies del pan y del vino(45)–,
deriva de la celebración del Sacrificio y tiende a la comunión
sacramental y espiritual.(46)
Corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio
personal, el culto eucarístico, particularmente la exposición
del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo
las especies eucarísticas.(47)
Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el
discípulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor
infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en
nuestro tiempo sobre todo por el « arte de la oración »,(48)
¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en
conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de
amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas
veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta
experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!
Numerosos Santos nos han dado
ejemplo de esta práctica, alabada y recomendada repetidamente
por el Magisterio.(49)
De manera particular se distinguió por ella San Alfonso María de
Ligorio, que escribió: « Entre todas las devociones, ésta de
adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los
sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para
nosotros ».(50)
La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración,
sino también estar ante ella fuera de la Misa, nos da la
posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia. Una
comunidad cristiana que quiera ser más capaz de contemplar el
rostro de Cristo, en el espíritu que he sugerido en las Cartas
apostólicas Novo
millennio ineunte y Rosarium
Virginis Mariae, ha de desarrollar también este aspecto
del culto eucarístico, en el que se prolongan y multiplican los
frutos de la comunión del cuerpo y sangre del Señor.