REFLEXIONES

13 - Septiembre

DOMINGO 24º

  TIEMPO ORDINARIO   
 
(A)

" Si mi hermano me ofende, 
¿cuántas veces le tengo que perdonar? "

 

REFLEXIÓN - 1

"SI MI HERMANO ME OFENDE
¿CUÁNTAS VECES LE TENGO QUE PERDONAR?

¡Justicia!, ¡Queremos justicia!, ¡Que se haga justicia!...

Y en la administración de la justicia queremos que se vaya más allá de la ley del Talión.

"Ojo por ojo, diente por diente", decía la ley del Talión. El lenguaje, típico de la época, suena fuerte, pero el contenido es una buena norma de justicia: a nadie le hagas más de lo que te ha hecho a ti (ojo por ojo, diente por diente)

Sin embargo, muchas veces pretendemos que se vaya más allá: dos ojos por ojo, tres dientes por diente.

Cuántos que se dicen cristianos, piensan sólo en clave de justicia; cuántos no ven otra solución a los delitos que la cárcel, el destierro o la pena de muerte.

Para la sociedad, para la comunidad humana, tan diversa y plural, son necesarias las leyes que ordenen la convivencia; leyes que deben ser justas, como mínimo; leyes que hay que acatar.

Pero para la persona religiosa, para la persona que cree en Dios y, sobre todo para el cristiano que conoce al Dios revelado por Jesucristo, mediante sus palabras y obras, no basta con llegar a la justicia.

Dios es justo, pero, si nos paga según nuestras culpas, estamos perdidos.

Jesús nos revela que, por delante de la justicia, Dios pone el amor, la misericordia y el perdón; más aún, condiciona su perdón al que nosotros damos al hermano.

"Perdona la ofensa a tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas"

"No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados?

Qué claro ha sido el libro del Eclesiástico en la primera lectura.

- ¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿hasta siete?

- No hasta siete, sino hasta setenta veces siete

"Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden".

También Jesús lo deja bien claro.

Es evidente que una sociedad irá creciendo como tal, en la medida en que la justicia va dando paso al perdón, cuando hay arrepentimiento.

Dios, el rey de la parábola, nos perdona todo cuando se lo pedimos (¿qué ser finito puede arreglar cuentas con el infinito?)

Pero si somos incapaces de arreglar cuentas con el hermano, de perdonarle, Dios vuelve a pedirnos cuentas de la deuda que tenemos con Él, y que no podemos pagar.

No olvidemos las palabras del salmo 102

"El Señor es compasivo y misericordioso
lento a la ira y rico en clemencia".

 

REFLEXIÓN - 2

DIOS AMA A UN PUEBLO QUE NO SE LO MERECE. 

Quizá la característica más expresiva que tiene este misericordia de Dios, manifestada no sólo en su perdón al mal uso de nuestra libertad, sino en toda su relación con nosotros, es la imposibilidad de poder ser pagada de alguna manera por el hombre. Es auténtico amor a fondo perdido. Dios nada gana con querernos.

La tradición bíblica presenta a un Dios que ama a un pueblo que no se lo merece ni por su grandeza cultural, ni por su poderío político, ni por su fidelidad religiosa, ni por ningún otro valor antecedente. Es un Dios loco de amor por su pueblo. No existe otra razón. A nosotros se nos invita a actuar en esta dirección de gratuidad, amando a los enemigos o invitando a quien no nos puede invitar.

Comerciar con el amor y la relación humana "también lo hacen los publicanos y fariseos". (...) La seguridad del amor de Dios como gracia inmerecida e impagable aparta de nosotros todo escrúpulo legalista y potencia nuestra decisión de entrega más allá de cualquier norma establecida.

En una sociedad utilitarista competitiva y comercial la gratuidad resulta de difícil comprensión. El creyente se ve también afectado e incluso contagiado por este entorno que lo rodea. La búsqueda de influencias sociales, el cultivo interesado de las "relaciones públicas" el estar a bien con quien nos puede valer, el hacer favores para poderlos cobrar son tentaciones de cada día. Desde el utilitarismo habitual, preguntarse para qué me puede servir o perdonar a quien no me puede pagar en la misma moneda suele ser un interrogante que brota de forma espontánea.

La referencia a un Dios que se nos da como pura gracia, de manera gratuita, ha de servirnos no sólo para organizar evangélicamente nuestro corazón, sino también para purificar las acciones de nuestra comunidad y no confundir el proselitismo con el verdadero servicio.

EUCARISTÍA

(mercabá)